Castigo positivo y castigo negativo

31 de marzo de 2010


Utilizamos el castigo ante conductas a eliminar que sean muy frecuentes, muy intensas que conllevan consecuencias graves o negativas para el niño, como la agresión, autoagresión, destrucción de materiales....

Algunos de los procedimientos operantes básicos que podemos utilizar son:

Castigo Positivo

Consiste en presentar un estímulo o situación desagradable para el individuo tras lo cual se espera que disminuya su conducta.

En condiciones normales, la conducta desaparece rápidamente pero no es estable.

La desaparición de la conducta tiene una duración proporcional a la intensidad del estímulo aversivos. (Ej/ cuánto + intenso sea el grito+ rápido va a desaparecer la conducta ).

Una de las ventajas de esta técnica es la eliminación rápida de la conducta inadecuada

Castigo negativo

Este procedimiento supone la retirada de una situación o estímulo agradable para el sujeto tras la realización de la conducta problemática. Lo que se pretende es aumentar la conducta adecuada.

En palabras de Méndez y Olivares (2001, p.146), la extinción trae consigo dos efectos: “En primer lugar, es esperable que inmediatamente después de poner en marcha un programa de extinción se produzca un aumento de la frecuencia de la conducta que se pretende disminuir […]. En segundo lugar, al implantar la extinción es probable que se produzcan reacciones emocionales (por ejemplo, frustración).

Cuando un individuo realiza una respuesta, que ha sido anteriormente reforzada, y no obtiene el reforzamiento la frecuencia de dicha respuesta disminuye. Esto es lo que se conoce como extinción.

Una de las ventajas que tiene este proceso en contraposición con otras técnicas (castigo), es que evita la aparición de efectos secundarios.

¿Reforzar positivamente o negativamente?

29 de marzo de 2010

El reforzamiento positivo, consiste en reforzar la conducta que se desea conseguir de tal manera que a la aparición de la respuesta tenga lugar una consecuencia agradable para el niño. Si a partir de ese momento se observa que la conducta se incrementa, o al menos se mantiene, diremos que está siendo reforzada positivamente y el reforzador empleado lo denominaremos reforzador positivo.
El reforzamiento positivo tiene un carácter natural, como una sonrisa, felicitar, etc.
En ambientes educativos el reforzamiento positivo necesita de que se disponga de reforzadores más "artificiales", con el objeto de incrementar tareas académicas, mediante reforzadores secundarios materiales, sociales o de actividad.
Ejemplo: si el niño termina sus tareas, saldrá al recreo.
El reforzador debe ser eficaz ya que no todos los niños son sensibles al mismo tipo de reforzador.

Reforzamiento negativo, consiste en la eliminación de un estímulo o situación negativo como consecuencia de la aparición de una conducta deseable. Son ejemplos de reforzamiento negativo que se dan en la vida cotidiana: cuando nos protegemos de la lluvia con un paraguas para no mojarnos. Realizando una conducta se produce un alivio de lo que nos resultaba negativo. Ejemplo, si el profesor/ra le dice a un alumno o alumna: “mientras no acabes la tarea no saldrás al recreo”, está reforzándole negativamente.
El alumno/a se escapará de la situación o estímulo negativo cuando aparezca la conducta de acabar la tarea.

Actividad: ¡Falta una pieza!


Os presento una actividad didáctica para trabajar la Inteligencia Emocional en niños de 4 años.

Actividad: Formamos cuatro o cinco grupos y a cada uno le entregamos un puzle.
A cada puzle le va a faltar una pieza y le va a sobrar otra que corresponderá a la que falte en otro grupo.
Pedimos a los alumnos que realicen el puzle y cuando lo terminen podremos salir al patio. Además señalaremos la importancia de trabajar en equipo para poder acabar el trabajo.
Cuando estén a punto de terminar, los alumnos empezarán a impacientarse porque una pieza no encaja. Pedimos que sigan intentándolo y después de un rato les comentamos que a lo mejor se han confundido las piezas entre los diferentes puzles. Tendrán que intercambiar con los otros grupos la ficha que les sobra.
Por último, los niños nos contarán cómo se han sentido trabajando en grupo, qué pensaban cuándo veían que había un ficha que no encajaba y qué han hecho.

¿No me ves, no me oyes?


Un buen método para eliminar comportamientos irritables, es simplemente ignorarlos. Aunque aparentemente parezca que no hacemos nada, pero sus resultados son muy positivos.

Los niños reclaman atención de cualquier modo y debemos saber ignorar los comportamientos desagradables y no olvidar nunca prestar dicha atención cuando utilizan comportamientos agradables, elogiándolos, abrazándolos y reforzando dicha conducta positiva, ya que una cosa va ligada a la otra.

Claro está, que ante todo tenemos que valorar nosotros mismos, si la conducta negativa se puede ignorar sin problemas, por ejemplo, no se podrá ignorar si son agresivas, peligrosas o intolerables.

Al mismo tiempo si la capacidad de ignorar de los padres/tutores es demasiado baja, sólo lograrán aumentar la tensión aún más, aún así no deben abandonar en su intento, pueden simular que están tan concentrados en otra cosa, que no se dan cuenta de nada, hay que redoblar los esfuerzos por parecer indiferente, no responder, tararear, subir el volumen de la radio, mirar al techo, hablar con uno mismo de sus cosas, todos son medios eficaces para no prestar la atención reclamada.

Hay que tener en cuenta que cuanto más firme se haya sido y menos atención se haya prestado a la conducta, menor será su duración.

Actividad: Nuestras emociones (4 años)

28 de marzo de 2010

Entregamos a cada niño tres cartulinas cortadas en forma de óvalo en las que habremos practicado cuatro agujeros previamente: dos para los ojos, uno para la nariz y otro para la boca. Pedimos que los niños dibujen en cada careta un sentimiento:

Alegría, tristeza y enfado (les enseñamos cómo, haciendo nosotros lo mismo en la pizarra). Vamos poniendo casos en los que puedan sentir alegría, tristeza o enfado (por ejemplo, nos vamos de excursión o se nos pierde un juguete o nos tenemos que ir a dormir y queremos seguir jugando) y pedimos que según lo que sientan en esas situaciones que vamos diciendo, se pongan la careta que representa ese sentimiento.
Preguntamos a algún alumno por qué se siente así (sobre todo si no corresponde con la careta requerida) y qué es lo que hacemos cuando nos sentimos así.






¿Qué se espera de mí?

27 de marzo de 2010

Después de seleccionar el comportamiento que se desea cambiar y elegir una estrategia, se debe encontrar un momento tranquilo para explicarle al niño lo que va a ocurrir manteniendo siempre una actitud positiva.
Para explicar al niño los cambios que van a suceder debemos utilizar palabras sencillas, que el niño pueda comprender fácilmente lo que se espera de él.
Pero no se le debe revelar toda la estrategia, y según la edad del niño, el adulto puede ofrecer mayor o menor información sobre la estrategia seguida, así como las pautas para obtener elogios y recompensas.
No se puede proceder de la misma manera con un niño de dos años que da pataletas continuamente que con un niño de 6 años que no recoge los juguetes después de jugar. En ambos casos se seguirían distintas estrategias.

Importancia del elogio


Es una de las acciones más interesantes de las técnicas a emplear con los niños. Es más común en los padres, ver lo que sus hijos hacen mal y darle menos importancia a lo que hacen bien.

El niño busca constantemente la atención de sus padres, del modo que sea, si la logra actuando de forma negativa, mantendrá esta conducta, por ello habría que resaltar más su buena conducta al captar nuestra atención.

Los elogios deben aplicarse poco a poco, de forma natural y será, así, fácil lograr una nueva conducta.

Es común en los padres o tutores pensar que el exceso de elogios no sea eficaz en su objetivo. Se debe elogiar el comportamiento y no la personalidad del niño, por ejemplo: No decir, “¡Eres una niño bueno!”, porque entenderían que hay que ser bueno siempre, sería mejor decir: “Me gusta cómo has recogido tu habitación”, cuanto más concreto sea el elogio, mejor comprenderá el niño qué es lo que hace bien y será más probable que lo repita. Un elogio bien aplicado, da como resultado una técnica de disciplina eficaz, para poder llegar a la meta propuesta.

Hay que empezar a elogiar cada pequeño paso hacía la conducta deseada hasta que el nuevo comportamiento esté establecido, entonces, se necesitarán menos elogios para mantenerlo.

Constancia


Para conseguir un cambio de la conducta de un niño es imprescindible ser consecuente y constante. Los criterios a seguir deben ser consensuados por los progenitores o tutores del niño. Pensar lo que se dice, decir lo que se piensa, y asegurarse de que todos digan lo mismo

Siempre se debe tratar de aplicar una solución con constancia para que sea eficaz.
Una vez tomada una decisión sobre cómo tratar un problema, no se debe bajar la guardia ni rendirse, ya que supondría un paso atrás, e incluso un reforzamiento de la conducta a extinguir.

Para ayudar a los padres o tutores a ser constantes, es conveniente medir y apuntar los cambios para cerciorar los cambios, por leves que sean. Al notar un progreso, será más fácil continuar lo que se esté haciendo.

El tomar notas también ayuda a determinar si la solución elegida es efectiva o en caso contrario sería conveniente un cambio de técnica.

Debemos tener en cuenta que no todo lo que hace el niño resulta desagradable, sino sólo algunos de sus comportamientos irritan y frustran a los padres. Es indispensable observar y valorar las conductas positivas del niño, y elogiarlas, convirtiéndose así en reforzadores positivos muy importante para su desarrollo emocional.

Actividad: ¡Ya puedo hacerlo!




Los niños estarán sentados, y se le pedirá a cada uno que complete la siguiente frase:
“Soy… (El nombre)… y ya sé…”. Por ejemplo: Ya sé el color rojo, ya sé el triángulo, ya sé el siete, la dirección de mi casa… Por cada respuesta se les ofrece un redondel rojo, como si fuera una manzana.

Cuando todos han dado varias respuestas sobre cosas que ya saben se propone otra ronda con otra frase sin terminar: “Soy… y ya puedo…”. Por ejemplo: tirarme por el tobogán, abrocharme el babi, etc. Por cada respuesta se ofrece al niño un redondel verde.
Se recortará después un trozo de papel continuo con el nombre, símbolo o foto de cada niño y se pegarán alrededor los redondeles de cartulina.
Comentar que cada niño aprende las cosas de una manera y en un momento diferente.
Todos los días aprendemos algo, y nos damos cuenta de lo que ya sabemos y de lo que podemos hacer y aprender.

Pasito de bebé

Una vez se hayan elaborado sus listas de conductas indeseables se deben clasificar los problemas por orden de importancia. Es conveniente empezar por un problema menos significativo que pueda resolverse con rapidez para que todo el mundo comience con una sensación de éxito.

Persistiendo durante semanas o meses, y a medida que se va avanzando en la lista, pueden surgir nuevos problemas y otros desaparecer o parecer menos importantes. Cada cambio causará un efecto sobre la conducta general del niño en un sentido positivo suponiendo un paso más para conseguir un niño más cooperador. No se debe olvidar intervenir paso a paso.

Las normas antiguas irán cambiando y tanto usted como el niño se encontrarán mejor consigo mismos y el uno con el otro.

Rara vez se soluciona el problema de un niño de la noche a la mañana. Los cambios, tienden a producirse lentamente y por etapas. Por ejemplo: Un niño que antes se negaba a practicar el piano empieza a tocar diez minutos al día. El adulto debe alegrarse y demostrarlo al niño, ya que ha logrado un progreso real.El niño se sentirá bien consigo mismo y esto le animará a trabajar más tiempo.

Es mucho más productivo que, tanto el adulto como el niño, obtengan pequeños signos de progreso a que se desilusionen cuando no se cumplan expectativas demasiado exigentes.

Cómo modificar conductas


El primer paso a seguir, antes de hacer cambios es saber qué es lo que se desea cambiar. En ningún momento se debe etiquetar a un niño, ya que dichas etiquetas son generalidades y no se puede cambiar algo tan poco definido. Solamente se trata de cambiar una conducta o actitud específica. Por tanto, debemos definir y aislar el problema. Teniendo en cuenta:



· ¿Que es exactamente lo que el niño hace o no hace repetidas veces y que le disgusta

·¿Qué es exactamente lo que usted quisiera que hiciera más o menos a menudo? Céntrese sobre lo que hace el niño que a usted le saca de quicio.

Se aconseja tomar un registro de las conductas que se quieren modificar, por ejemplo, en una hoja de papel, libreta, etc. Anotando en un listado las conductas que se desean eliminar y en otra las que se quieren reforzar, reflejando la frecuencia de ambas. Ejemplos de conductas:

Conductas Aversivas: Dar portazos, pataletas, rechazo de higiene bucal, desobediencia, etc.

Conductas Adecuadas: Ser obediente, hábitos alimenticios saludables, ser ordenado, respetar el turno de palabra, etc.

Inteligencia Emocional

24 de marzo de 2010



Debido a nuestra cultura y tradición histórica, en general, ni las madres, ni los padres, ni gran parte del profesorado de cierta antigüedad, están preparados para cambiar el modelo de crianza que se ha impartido de generación en generación, donde el castigo y la imposición de disciplina parecen ser las únicas herramientas para imponer normas y límites a los niños.

Frente a esta situación nos encontramos, en la actualidad, con modelos de crianza carentes de normas y excesiva permisividad. Por ambos motivos creemos conveniente poner en conocimiento alternativas a ambos modelos presentando la educación basada en la Inteligencia Emocional.

La inteligencia emocional es la capacidad para reconocer sentimientos propios y ajenos, y la habilidad para manejarlos. El término fue popularizado por Daniel Goleman, con su célebre libro: Emotional Intelligence, publicado en 1995. Goleman estima que la inteligencia emocional se puede organizar en cinco capacidades: conocer las emociones y sentimientos propios, manejarlos, reconocerlos, crear la propia motivación, y gestionar las relaciones.

Las características de la llamada inteligencia emocional son: la capacidad de motivarnos a nosotros mismos, de perseverar en el empeño a pesar de las posibles frustraciones, de controlar los impulsos, de diferir las gratificaciones, de regular nuestros propios estados de ánimo, de evitar que la angustia interfiera con nuestras facultades racionales y la capacidad de empatizar y confiar en los demás.